martes, 30 de agosto de 2011

Educación, Política y Competitividad

Educación, Política y Competitividad

*Jorge Navarrete Bustamante

En el actual debate nacional ya varios usan los números que más les acomoda y oculta los otros con el único afán de distraer la atención y enfocarse en el debate en lo que más les conviene.

¡Mala cosa esa!

Por ello fue una adecuada decisión presidencial la de cambiar el itinerario de tratamiento de tan relevante cuestión: desde el Congreso y el ministro de educación, a La Moneda y el Presidente; algo que se había sugerido desde los inicios del conflicto -hace ya más de tres meses-, y desde los más diversos sectores sociales y políticos nacionales.

Más vale tarde que nunca.

Y es así porque lo único que es indelegable o intransferible en un gobierno verdadero, es precisamente la responsabilidad política sobre una dimensión tan estructural para el desarrollo social, cultural, político y competitivo de un país: la educación.

Es especialmente univoco -en ésta área esencial-, el pertinente pronunciamiento y accionar del líder gubernamental, y no de uno más del equipo, pues las cuestiones que hoy se discuten sobre el presente y futuro educativo del país, son sencillamente de fondo, estructurales, sistémicas.

Si se llega a buen resultado será -guste o no-, su propio mérito como líder de un equipo; de lo contrario, será la maldición que les llevará a todos fuera de La Moneda, constituyéndose el actual gobierno en una mera pausa entre los gobiernos democráticos, en esta primera etapa de la historia política del siglo XXI post dictadura.

Empero, lo peor sería que no se contribuyera a resolverá el fondo del asunto: la pésima distribución del ingreso; la conflictividad social creciente; el déficit de productividad; y el estancamiento competitivo que desde hace años nos alerta la OECD.

Así de trascendente es la situación, ni más ni menos.

Este sábado, se realizará una primera conversación en La Moneda entre los principales sectores involucrados en la educación chilena. Algunos de los ejes temáticos ya han sido insinuados por quienes lideran las aspiraciones de millones de chilenas y chilenos. Ello hay que abordarlo en términos concretos, que vayan en la dirección justa, con políticas públicas precisas, y con vocación de Estado o de Bien Común.

Sin embargo, más allá que ya se evidencian sobre ideologismos que se oponen al mínimo cambio –y otros que aspiran al cambio más radical- se debe tener conciencia que todo no podrá resolverse de una sola vez, que será un proceso con medidas multisectoriales de corto, mediano y largo plazo.

Cierto, la problemática no se superará con medidas exclusivamente educacionales ni cortoplacistas. Se requerirá de acciones, normas, y regulaciones políticas; y de asignación de recursos de largo aliento.

En todo ello la confianza es vital. Las escaramuzas mediáticas y “pillerías” legislativas serán una tentación y una amenaza recurrente. Se requerirá de disciplina y de generosidad política. Pero sobre todo de amor por Chile, por nuestros niños y jóvenes, por los más carenciados.

MBA. Universidad de Talca.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Loable: Actitud tributaria

Loable: Actitud tributaria

*Jorge Navarrete Bustamante

Dieciséis de las mayores fortunas francesas pidieran al gobierno que les imponga un impuesto especial para contribuir a salir de la crisis que vive el país. Entre los firmantes figuran L’Oreal, los patrones de la petrolera Total, el grupo hotelero Accor, el alimentario Danone, el banco Société Générale, el operador de comunicaciones Orange, la aerolínea Air France-KLM y el fabricante automovilístico PSA Peugeot-Citröen.

Ello se suma así, a las declaraciones de algunos multimillonarios que, a título personal, habían expresado en sus últimos días su deseo de contribuir de manera excepcional al erario público, siguiendo la senda marcada en Estados Unidos por el millonario Warren Buffett.

Por eso el gobierno francés decidió ayer aumentar la carga fiscal sobre los grandes salarios de ese país con la creación de un nuevo impuesto del 3 por ciento sobre aquellos que perciban más de 500.000 euros anuales, algo así como 370 millones de pesos chilenos.

Este impuesto a los franceses con ingresos más altos, le permitirá ahorrar 12.000 millones de euros de déficit público entre 2011 y 2012 y garantizar así el cumplimiento de los objetivos de déficit máximo del 5,7 % este año, el 4,5 % en 2012 y el 3 % en 2013.

Todo ello en un contexto, en que en dicho país los impuestos suelen ser históricamente muy elevados, toda vez que la educación y la salud pública son gratuitas y de calidad mundial, entre otros derechos.

Qué diferencia con los grandes empresarios de Chile (CPC), de nuestro querido país, que en reunión con el Ministro de Hacienda hace unos días le exigieron que no se les incrementaran los tributos que tenían por objetivo solventar una mayoritariamente sentida reforma educacional sostenible por un par de décadas más. El único empresario que estuvo dispuesto explícitamente a un incremento a las grandes empresas chilenas fue don Jorge Awad, presidente de la Asociación de Bancos y de Instituciones Financieras.

¿Dónde está el sentido patriótico de los grandes empresarios chilenos?

Pero si ello no lo tuviera o no lo sintieran así, ¿Dónde está su sentido de futuro en la economía chilena, ante una realidad mundial elocuente, en que es precisamente el talento, el conocimiento, la creatividad, lo intangible, lo único competitivamente sostenible?

Empero, si ello tampoco le interesara ¿Dónde está su sentida paz social que de alterarse pudiera afectar sus exponenciales ganancias de futuro?

¿Miopía o avaricia?

Los franceses entregan una nueva lección, ya no sólo esa que lleva más de 200 años de vigencia, la Declaración de los Derechos del Hombre, sino esa que tiene que ver con el sentido de pertenencia, el animus societatis, la fraternidad efectiva, el amor aplicado por su país, el Bien Común, o por último, un mero realismo económico social.

Cuanto de todo ello les falta –no a las pymes- sino a nuestros grandes empresarios, lo que les sobra de egoísmo, soberbia, y de utilización abusiva del Estado cuando lo requieren.

MBA. Universidad de Talca.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Medir competitividad.

Medir competitividad.

*Jorge Navarrete Bustamante

Precisamente, hace un mes atrás me correspondió intervenir en un evento internacional organizado por la SUBDERE sobre tal medición y, a solicitud de los anfitriones, me referí a la situación expectante que vive Chile pero a la vez a sus condicionamientos y desafíos estructurales, tanto de programas y políticas públicas como metodológicos.

Participaron prestigioso Institutos de Competitividad de México, Perú y Argentina, y en general coincidíamos en la necesidad de optimizar las mediciones tanto en a escala nacional como sub nacional. Por ello, fue positivamente valorado nuestros avances sobre medición de competitividad a nivel comunal en el Maule.

Por lo mismo, se estimo clave el criterio de homologar nuestros índices nacionales y regionales, métodos y mecanismos de medición de la competitividad, con los que se utilizan los países miembros de la OCDE.

Asimismo, planteamos como Centro de Competitividad del Maule, la conveniencia de optimizar la periodicidad de los censos agropecuario y forestal (en Nueva Zelanda se realiza cada tres años); desagregar anualmente, por parte del Banco Central, a nivel regional indicadores nacionales como el PIB; y articular la aplicación y publicación en conjunto -o más o menos-, simultánea de los ranking de competitividad con los de distribución de ingreso, entre otras iniciativas.

En efecto, se recomendó además ajustar algunos indicadores en las mediciones de la competitividad pues hoy más que medir la conectividad de internet es necesario dimensionar cuantos y quienes disponen de banda ancha; que es fundamental complementar la tasa de escolaridad con resultados de la prueba PISA y TIMSS; que es conveniente incorporar desde ya indicadores medio ambientales (huellas de carbono y huella de agua, por ejemplo), entre otros.

Es decir, avanzar progresivamente a medirnos en competitividad tal como lo hace la OECD.

Evidentemente, tal intervención ha sido fruto porque el Centro de Competitividad del Maule, con el apoyo del Gobierno Regional, CORFO y la Universidad de Talca, ha dado sus primeros pasos adecuadamente (tiene ya redes en gestación, estructura, marca, estrategia y ciertos productos); pero está pendiente el decisivo: el de instalar un genuino Observatorio de Competitividad que con sus mediciones, Inteligencia Competitiva, y prospectivas, permita incorporar a nuestra región -en esta materia- en el concierto internacional, sobre la base de un inédito enfoque territorial y eslabones específicos de los respectivos encadenamientos maulinos.

Quizás esto pueda ser una certera realidad, para enriquecer la información y el conocimiento competitivo preciso y oportuno; para optimizar la toma de decisiones que incrementen la competitividad regional a través de políticas públicas pertinentes, diferenciadas y efectivas; para que las empresas maulinas y su gente tengan una productividad sostenible y un distintivo desarrollo competitivo.

MBA. Universidad de Talca.

miércoles, 10 de agosto de 2011

¡Quo Vadis, Chile!

¡Quo Vadis, Chile!

*Jorge Navarrete Bustamante

La siempre esperada encuesta CEP no será el último trago amargo que le espera a nuestras instituciones públicas y factuales –al sistema político económico en general- si no hay una atmósfera adecuada y instancia concreta de diálogo.

Es que Chile vive una situación nueva. Hay fuerte cuestionamiento a un poder político, económico y cultural que millones de chilenas y chilenos perciben ajeno porque no les protege.

Ya lo hemos dicho antes desde esta columna: la política importa.

Empero, tal vez quienes aún detentan algún poder, y desprecian la política, no tienen claro cuáles son los cambios que ésta requiere.

Hay que actuar más que verbalizar, a veces con velocidad, en otras colocando pilares sólidos para cambios estructurales cuyo impacto será de más largo aliento.

En efecto, lo primero es asignarle a la política y a las instituciones chilenas la legitimidad perdida. Leer bien las demandas para edificar respuestas pertinentes. Construir puentes. Dialogar sin descalificaciones y sobre ideologismos.

Ciertamente, se percibe tres problemáticas sustantivas y vinculantes:

1.- Terminar con el lucro en la educación. Que el Estado de Chile, a lo menos, no continúe dando dineros de todos los chilenos a establecimientos privados; y que garantice el acceso a la educación superior a todo joven chileno sólo de acuerdo a sus méritos, independiente de su condición económica, lo que requiere, según cálculos recientes, entre 1,5 a 2 por ciento del PGB de Chile; por lo tanto, para ser serios en su financiamiento hay que avanzar en una reforma tributaria, y explicitar la autoridad su postura cuanto antes;

2.- Establecer una reforma tributaria que recorte impuestos a las personas y los incremente a las grandes empresas, con el fin de financiar una educación pública gratuita de real calidad, hoy de las más onerosas del mundo; y cuyas respuestas no se perciben claras ni concretas;

3. Reformar la Constitución Política del Estado en pos de profundizar nuestra democracia, vía estableciendo Plebiscito –previa elaboración de las preguntas con representantes del Ejecutivo, Congreso y de las organizaciones sociales- para el pronunciamiento directo de la ciudadanía; y abolir el sistema binominal pues en la práctica ha perpetuado la designación de senadores y diputados debilitando con ello la legitimidad de sus respectivas representaciones;

Sobre esas tres problemáticas hay una evidente y constatada mayoría nacional. Lo mismo sobre la pésima distribución del ingreso de las que son sus lamentables consecuencias.

Sin embargo, “las conversaciones” parecen “bordear” tales exigencias ciudadanas… parecen evasivas o dilatorias… “coqueteando” con instituciones fácticas para una mediación pues la deliberada táctica de algunos – esa del “diálogo de “sordos”- es para externalizar el epicentro del conflicto.

Así, los anuncios de marchas, tomas y huelgas continúan quién sabe por cuánto tiempo

¿Cuánto tiempo debe esperar Chile para resolver una problemática estructural -que a ojos de la propia OECD- es imperioso institucionalmente solucionar de una buena vez?

Estamos cerca de “tocar fondo”. Es hora de decisiones fundamentales.

¡Quo Vadis, Chile!

MBA. Universidad de Talca.

lunes, 1 de agosto de 2011

Tributos

Pacto Fiscal

*Jorge Navarrete Bustamante

Fue el actual Ministro de Economía, Pablo Longueira, quién abrió en el gobierno la hermética compuerta cerrada durante décadas para una reforma tributaria que, de una buena vez, recorte impuestos a las personas y los incremente a las grandes empresas.

Le siguió su correligionario, el senador Pérez. También lo compartió la Banca, liderada por el empresario Jorge Awad. Y, por cierto, el conglomerado de oposición manifestó su interés aunque a una iniciativa institucional del Gobierno; la que en 20 años se abordó tímidamente, y en que “al final del día” terminó el más pobre de los chilenos pagando el mismo porcentaje de impuesto que los más adinerados del país.

También hay ya detractores a la reforma: senadores y ministros insinúan que aún no es necesaria; la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) enfatiza que espera que el Estado tenga mejores ingresos vía crecimiento e inversión.

En fin, estos últimos insinúan que Chile perdería competitividad, que ello perjudicaría a los más pobres, y que hay que tener cuidado con el “populismo” ¿?

Tal disyuntiva se aproxima a ser un tema país, y ¡no de izquierdas ni de derechas!

La verdad es que gracias al crecimiento pero también a una efectiva política social, Chile ha disminuido sustantivamente la pobreza. También ha incrementado notablemente el ingreso por paridad de poder de compra de los chilenos.

Pero la pésima distribución del ingreso ha permanecido inalterable.

Chile requiere imperiosamente, entonces, de un Pacto Fiscal para satisfacer la creciente demanda de bienes públicos de una sociedad que aún no ha alcanzado el desarrollo. Una reforma tributaria profunda que permita mejorar la distribución de ingresos después de impuestos es, indudablemente, el mayor desafío.

Podemos dar un salto cuantitativo y de largo plazo, y definir políticas de Estado en un conjunto de materias. La sociedad, más allá de las diferencias políticas, tiene que ser convocada para consensuar un conjunto de temas y desafíos de futuro.

Es que la situación de Chile hoy es distinta, y muchos de los instrumentos que veníamos utilizando han alcanzado su límite, por ejemplo, con los subsidios fiscales. Es el momento de cambiar de foco.

Cierto. No existen países desarrollados que tengan un nivel de presión tributaria sobre el producto del orden del 18%, como es el caso de Chile, o del 23% si se consideran otras contribuciones sociales de carácter provisional y/o peajes en las carreteras. No hay países desarrollados en donde el impuesto a las utilidades de las empresas se calcule sobre la base de utilidades retiradas y no sobre las utilidades devengadas. Hay excepciones, pero la norma general es que la base tributaria sea la utilidad devengada y no la retirada.

Ahí está la viga maestra sobre la que reposan las soluciones a nuestros grandes problemas de distribución del ingreso; de la desigualdad social; y de una mejor calidad educacional para todas las chilenas y chilenos.

MBA. Universidad de Talca.