miércoles, 21 de septiembre de 2011

Coyuntura.

Coyuntura.

*Jorge Navarrete Bustamante

Termino el 18. Por unos días todos fuimos más o menos iguales en que, como dice Serrat: “Cada uno se olvidó que es cada cual”.

Sí, retornan las contingencias eclipsadas antes por una catástrofe en el mar, y luego por las fiestas de la Independencia.

Así, retornan las movilizaciones sociales por la educación anhelada; la Concertación en busca de la unidad debilitada, la Alianza por una rivalidad interna regulada, y el gobierno por una aprobación esquiva.

El último trimestre del año será en ebullición si no prima una sensata convivencia democrática, madurez política, el Bien País.

Es que si las estrategias de desgaste del movimiento estudiantil versus dialogo social verdadero prevalecen será una victoria semejante a la del general griego, Pirro, es decir, el desgaste y mayor responsabilidad inherente a todo gobierno a la larga le impedirá a éste un próximo triunfo sostenible.

Por otro lado, si la Concertación no supera con madurez y elevada perspectiva política sus contradictorias visiones internas del presente y futuro de la coalición y de Chile, la fractura será de tal envergadura que la ciudadanía no irá a las urnas en los próximos comicios a darles el voto, condenándolos a alejarse de la primera magistratura de la nación por un nuevo período.

La alianza, por su parte, no anda mejor. Con una oposición tan mala en expresión como desorientada en contenidos (salvo excepciones como la del post natal), era para que la derecha reinara y creciera sin contrapeso. Empero, las visiones integristas de unos y ambiciones de control total de todos evidentemente les erosiona y hace perder gravitación. Ello se ejemplifica en el forzado desequilibrio en el cambio de gabinete nacional y en los cambios internos de domicilio políticos de reconocidos actores de la Alianza, especialmente en el nivel local.

Todo ello, redunda en que ninguna –tanto la Concertación como la Alianza- tenga significativa adhesión en todos los sondeos de opinión pública en los que se les quiera medir; ello ya no es “una foto”, es “una película”, dada la recurrencia en el tiempo.

Asimismo, el gobierno que es quién controla y administra las instituciones del Estado, o sea, posee la conducción política general o ejercicio del poder en el país, no logra convencer ni posicionarse con todo a su favor: economía inmejorable; oposición impresentable; Iglesia Católica incondicional, y medios de comunicación casi funcionales; entre otros vectores.

Al parecer la ciudadanía espera menos ideologismo del gobierno y más pragmatismo: que el tema educacional se asuma como integral y no instrumental; que comprenda que un pacto tributario no es un tema de lucha de clases sino de matemáticas; que el cambio del sistema binominal no es ya de temor a múltiples expresiones representativas sino de profundización de la democracia.

La gente espera un giro de verdad en todo el quehacer político y eso es ya más que un asunto de coyuntura.

Magister en Políticas Públicas. Universidad Adolfo Ibañez.

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