ESBOZO PARA UNA REFLEXION SOCIALISTA


ESBOZO PARA UNA REFLEXION SOCIALISTA

Introducción

La Concertación en general, y los socialistas en particular, hemos perdido por la vía democrática el gobierno después de 20 años.

Quizás más de algún autocomplaciente planteará que la diferencia de tres puntos porcentuales con los que nos venció la oposición no es un hecho suficiente para revisar las causales de una victoria de la derecha después de más de 50 años.

No comparto esa opinión aunque puedo respetarla. Pues hemos perdido algo más que el gobierno: La derecha –inclusive la pinochetista- fue “bendecida” por la mayoría de los chilenos como demócrata, y entrara así a La Moneda.

Los cierto es que más allá si con ello se acaba o no la transición, se abre un nuevo ciclo dentro del proceso político chileno, en el que si no somos capaces de escuchar y de responder con nuestro actos a Chile, éste puede prolongarse por a lo menos una década más.

Las causas de la derrota todavía superficialmente se buscan[1], -este modesto texto no pretende ser la excepción- y las responsabilidades se distribuyen implacablemente. Ello es  una reacción natural, siempre que no se descienda en el autoflagelamiento o en la indiferencia; en la falta de autocritica sincera o en la critica fácil; en la consigna vacía o en la usual arenga chouvinista.

De nada sirven en los análisis de ésta envergadura la “caza de brujas”, ni las cuentas pequeñas por “control” de aparatos para proyectos personales o de “lotes”. La equivocada vocación de picardía socialista de postergar o encubrir la reflexión por intereses individuales sólo llevará a nuestra colectividad cuesta abajo.

No. Precisamente este es el momento de la búsqueda de equilibrio, de aproximación a la objetividad, de esclarecido pensamiento, y de una genuina perspectiva de ética social y socialista.

Es el momento de buscar ideas y no candidatos. Es la hora de escuchar a los estadistas, en todo el sentido de la palabra[2]. De encontrar rostros renovados y no de militantes anquilosados o desgastados por la “operación” incesante, y a veces febril.

Los socialistas del Maule debemos entender por qué perdimos el poder ejecutivo ante la derecha (aunque ganara nuestro abanderado en Talca y en la región); por qué perdimos los dos escaños de representación senatorial en nuestra región[3], y por qué fuimos derrotados con antelación en dos municipalidades importantes de la región del Maule[4].

En suma, debemos comprender cabalmente por qué el Partido Socialista de la Región Maule ya no es la principal fuerza política en nuestra región, si es que alguna vez lo fue pues al parecer no fuimos más allá de haber sido una colectividad con evidente gravitación electoral.

Y, cualquiera sean las respuestas, existe una que no podemos eludir: Los socialista somos los principales responsables de lo ocurrido con nuestros representantes en el ámbito local y regional, y tenemos el deber de enmendar inteligente y generosamente nuestros errores.

Finalmente, en el nivel nacional también tenemos una responsabilidad ineludible puesto que, así como hemos sido un soporte positivamente fundamental del Gobierno de la compañera Michelle Bachelet, en el proceso electoral presidencial no fuimos capaces de despejar adecuadamente la incógnita de aspiraciones presidenciales de conocidos militantes socialistas[5] que terminaron lesionando –en mayor o menor medida- la campaña del candidato de la Concertación. 

Dos posibles antecedentes a analizar y profundizar

En primer lugar, es innegable que el sistema electoral binominal fortaleció incrementalmente el poder de los partidos políticos y, dentro de éstos, el de los parlamentarios, dado que el ejecutivo inexorablemente necesitaba de estos para realizar un buen gobierno, en un escenario de virtual empate con la oposición.

Ello, indudablemente, es propio de toda democracia pero bajo un sistema como el existente en Chile su gravitación ha sido sencillamente fuera de toda conveniencia institucional.

Tal mecanismo electoral –que un segmento creciente de la Concertación intentó infructuosamente enmendar- se hizo más o menos visible con el gobierno de Lagos[6], y hasta evidencia generalizada a fines del mismo, y comienzos del periodo presidencial de nuestra compañera Michelle Bachelet Jeria.

El desgaste político de dos décadas, agravados por vicios partidarios no se hicieron esperar: se irrespetaron las minorías partidarias, se enraizó un desvergonzado nepotismos e “institucionalizó el espíritu de círculo”; reconocidos servicios públicos quedaron bajo el control de un partido o de un “lote”, y se evidencio una prepotencia y hasta una irreverencia sorprendente. La corrupción creciente, los intereses relacionados con ONGs, y una gravitación notable de los “operadores”, coronaron tan lamentable degradación. Y, como si ello no fuera suficiente, al “final del día”, se aplicaron sanciones partidarias leves para faltas graves.

Todo ello ha sido tan elocuente para un creciente segmento del electorado chileno y maulino, que terminó por empañar la elogiable conducta de quienes han tenido la ética del buen trabajo y del bien común.

Paradojal y simultáneamente, a medida que se fortalecía nuestra democracia, al interior de la coalición y del partido se feudalizaron las relaciones políticas: cada militante tenía o tiene “su señor”[7] en la propia región, en la comuna, o en Santiago.

Algunos hasta quisieron tener su propia entidad, movimiento, partido, “sensibilidad” o fracción[8], en pos de intereses o proyectos más propios que societales[9]. Se relajó la disciplina partidaria y de la coalición[10]. Se fue perdiendo en sectores significativos de la Concertación y al interior de nuestro partido -lo que los romanos llamaron a medida que el imperio se derrumbaba- el “animus societatis” y, lo que es más relevantes, se diluía lo más preciado que puede tener una colectividad humana, su densidad axiológica.

No necesariamente desligado de lo anterior, se fue debilitando el capital cívico[11] con respecto a las colectividades políticas[12], y nuestro partido no ha estado exento de dicha circunstancia.

Simultáneamente, se hizo patente el poder de los partidos políticos frente al emergente desarrollo de capital social[13], que espontáneamente buscaba su “espacio vital”, y que inexorablemente tuvo que concurrir ante los parlamentarios y los partidos políticos[14], sin lograr que sus expectativas se realizaran en plenitud.

En suma, el sistema electoral binominal –por debilidad o vacilación axiológica de un número menor pero significativo de actores políticos con poder fáctico o reglamentario- terminó por debilitar nuestras instituciones republicanas, y a la Concertación. La credibilidad de la Concertación y, lógicamente la de nuestro partido, disminuyó ostensiblemente. La perpetuación de los mismos dirigentes partidarios agotaron a la ciudadanía. La sintonía con los movimientos sociales se hizo intermitente o simplemente se interrumpió.

Finalmente, un número desequilibrante de ciudadanos que en los últimos 20 años había votado por nosotros, ahora eligió a la derecha.

En segundo lugar, la Concertación y nuestro partido, en particular, no nos dimos cuenta de lo mucho –y para bien- que habíamos cambiado a Chile[15] en lo político, económico, social  y cultural.

Ello no logramos traducirlo o hacerlo inteligible a los ciudadanos chilenos. Quizás al final de la campaña de segunda vuelta se alcanzó alguna sintonía pero ya era demasiado tarde[16].

El que los gobierno de la Concertación -a nivel de coalición- hayan sido los más realizadores en la historia de Chile no llegó al corazón ni a la mente de las chilenas y chilenos. Tampoco el “no” futuro que ofrecimos. Nuestras insuficiencias y falencias pesaron más. Perdimos la elección más que la derecha la ganara.

Por cierto, los mismo rostros vistos en los último 20 años en el gobierno, en el parlamento, en los consejos municipales y en los partidos de la Concertación, terminaron por cansar y hasta molestar a la ciudadanía en general, e incluso a los propios militantes de nuestras respectivas colectividades, algunos de los cuales progresivamente se distanciaron.

Recordemos que la no reelección de los presidentes de partidos por un periodo inmediato sólo se aprobó en éste último tiempo; la del Presidente de la República hace más de 100 años; y sólo queda pendiente la de los propios parlamentarios que aún se reeligen indefinidamente[17].

Empero ello ocurre tanto para la oposición como para la Concertación. Sin embargo, la alianza parece haber renovado en mayor medida sus liderazgos, y “modus operandi”[18] partidarios, apropiándose de la consigna del “cambio”, sin contrapeso.

Insólito: a la coalición más exitosa que cambio positivamente a Chile, al gobierno más exitoso de la Concertación, los chilenos y chilenas deciden cambiarlo.

Esto pudiera explicarse por lo antes señalado, se trataba de un proceso inversamente proporcional: en la medida que los gobiernos preservaban e incrementaban su credibilidad, lo partidos políticos y bancadas parlamentaria se debilitaban en ella.

De esto último pudiera colegirse la siguiente derivada: una falta de capacidad de los partidos de la Concertación para seguir compitiendo eficientemente fuera del subsidio que ha significado su presencia en el Gobierno[19]. Esto resultó particularmente dramático cuando debió enfrentarse con una Derecha con un alto nivel de cohesión y de concentración del poder estableciendo un fuerte desequilibrio en su favor en casi todos los planos de la vida nacional.
En suma, el problema principal tiene relación con la Concertación en los Partidos, que con la Concertación en el Gobierno.
En efecto, -y como ya se detalló- esa brecha tiene que ver con una tendencia de los partidos políticos por transformarse en entidades cada vez más jibarizadas, con estructuras cada vez más debilitadas y con una creciente desconexión con la sociedad, salvo que fuera a través de vínculos primordialmente de tipo clientelar los que también se practicaban al interior de los partidos. Estas tendencias nunca proporcionaron una base fecunda ni para el crecimiento, la legitimidad ni la renovación de las entidades partidarias.
No entendimos que hay que cambiar el modo de hacer las cosas[20] porque precisamente logramos cambiar a nuestra sociedad chilena. Las personas son más libertarias y diferenciadas en expectativas personales. Las imposiciones y dogmatismos son resistidos. Y ello hace más difícil articular y concatenar visiones comunes.

O sea, hay que prestar mayor atención a las maneras de actuar de las personas. Hay que tomar en cuenta entornos inciertos y complejos, exigencias simultáneas de múltiples actores, y considerar las formas relativamente autónomas e impredecibles en que los chilenos se relacionan día a día para perseguir sus fines.

Concluyendo, y en este contexto, la pregunta que debemos hacernos entonces es: ¿Cómo lograr que el fortalecimiento, renovación y legitimidad de los partidos – y por cierto el nuestro- sea parte de un proceso político natural y que se base en un vínculo fluido y no espurio con la sociedad chilena?

Me anima la certeza que no tenemos otra herramientas que la del análisis y la de conversación o debate sereno y reflexivo, enmarcado en una discusión socialista sobre reformas sinceras destinadas a mejorar la calidad de la política, y con el centro en el fortalecimiento del partido, no de cuasi fracciones, que es donde veo el principal déficit estructural que contribuyó a la derrota en las municipales y senatoriales socialista recién pasadas, y en las presidencial como Concertación.

Creo que si ello lo logramos, podremos concebir en una alianza renovada, genuinamente sólida y disciplinada desde la DC[21] hasta el PC[22], un triunfo en las próximas municipales y de Consejero Regionales primero, y en las diputados y presidenciales del 2013.
Con voluntad sincera, podemos lograrlo.


                                                Jorge Navarrete Bustamante
                                                     Militante socialista 
                                                  Núcleo Francisco Bilbao
                                                     Comuna de Talca


Talca, enero 22 de 2010


[1] El suscrito describió diversos hechos constatables en Diario El Centro, en los  años 2005 y 2006, y a mediados de 2009,  además de reiterarlos en algunos plenos comunales, como eventuales determinantes en la pérdida de la administración comunal de Talca, de las parlamentarias y presidenciales pasadas si no se enmendaba especialmente prácticas políticas partidarias, Concertacionistas y gubernamental a nivel regional y nacional. 
[2] Persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado y de la elevada política.
[3] ¿Apoyó nuestro partido -a nivel nacional- en los últimos dos años al compañero senador en ejercicio en la circunscripción de Maule norte, o impulsó candidaturas alternativas que no prosperaron desgastando la imagen del senador a la reelección? ¿Se comprometió transversalmente el partido en la campaña del senador en ejercicio, o primó la desafección de algunas tendencias? ¿Cuánto gravitó el desgaste partidario del senador en ejercicio, la experiencia de quienes condujeron su campaña, y  los cuestionables sucesos con el candidato radical que generaron la perdida de liderazgo en la municipalidad de Talca? ¿Cuánto influyó su permanencia de 20 años en el cargo a pesar de realizar una encomiable labor legislativa, y su opinable capacidad y la del partido para ganarse en esos años al electorado curicano? ¿Cuánto incidió en la derrota la habilidad de cohesionar Andrés Zaldívar a los diputados León y Lorenzini, y su solvencia pecuniaria?
Sobre la candidatura senatorial en Maule Sur, compañeros de esa circunscripción puede describir mejor el escenario.  
[4] En la Capital regional, Talca, y en la capital provincial de Linares. Sólo tres hechos en el caso de Talca:  se partió “filtrándose” interesadamente a la prensa el mecanismo de definir el candidato socialista a alcalde vía encuesta, lo que sólo debía ser conocido por la directiva comunal para no menoscabar al alcalde socialista en ejercicio en su potencial opción; los desencuentros y adjetivos entre alcalde y concejales socialista fueron conocidos por los talquinos  a través de los medios de comunicación; hay evidencias que se le llegó a negar el presupuesto municipal al alcalde socialista en ejercicio por su propio compañero concejal; lo que fue rechazado, además de demostrar el tiempo que no había méritos para ello. Los socialistas entonces no ofrecían gobernabilidad en el sillón municipal y, posteriormente, tampoco transparencia –después de una encuesta socialista descubierta por los medios de comunicación como fraudulenta- asumiendo la candidatura concertacionista edilicia un militante del partido radical.
[5] Principalmente, MEO y Navarro. El caso de Arrate, tiene matices distintos aunque su salida del partido tiene la misma causa, y el daño a la candidatura de la Concertación se percibe como bajísima sino inexistente.
[6] Ante el empate técnico con Lavín en la primera vuelta.
[7] Él le provee protección y trabajo, careciendo o no de habilidades técnicas o políticas; a cambio, de fidelidad personal y a la “sensibilidad” a la que debe incorporarse si no perteneciera a ella, en señal de gratitud.
[8] Se llegó a decir que se ingresaba a una tendencia y no al partido, y las sesiones de educación política –si la había- la impartía la tendencia o fracción y no la institución, por señalar un aspecto.
[9] Es el caso de Adolfo Zaldivar y seguidores en la DC; de Flores y Schaulsohn en el PPD. ¿Para qué continuar?
[10] El llevar dos listas a concejales en las últimas municipales; votaciones parlamentarias adversas al gobierno; exigencia públicas de renuncias de ministros de la Presidenta Bachelet; primarias presidenciales para un candidato no acordado previamente; renuncia de dos de los cuatro presidentes; ataques destemplados entre los presidentes de los partidos de gobierno, sólo por señalar algunos en los últimos dos años. 
[11] Se refiere a la confianza de la ciudadanía en sus instituciones, entre ella en los partidos políticos.
[12] Todos los indicadores y/o sondeos de opinión dan cuenta de ello, así como diversos estudios. Cabe consignar que en la Estrategia Regional de Desarrollo Maule 2020 resalta en el diagnóstico y priorización la baja calidad de la política en nuestra Región del Maule, que incluye a los partidos e instituciones gubernamentales y de administración municipal.
[13] Densidad de las organizaciones sociales, y capacidad de éstas de aliarse y de realizar control social, entre otros aspectos. Son las entidades de consumidores, medio ambientales, laborales, gremiales, comunitarias, vecinales, de pueblos originarios, entre otros.
[14] El caso de los “pingüinos”, y de los pueblos originarios, por señalar dos ejemplos, en que  los partidos políticos van muy detrás de esos liderazgos, y por lo que ellos no necesariamente sienten confianza.
[15] De hecho la Presidenta Bachelet exhibe sobre 80% de adhesión, el gobierno con sobre un 60%, y el ministro de Hacienda al cual alguno de nuestro parlamentarios le pidieron insistentemente la renuncia, exhiben hoy un 72 % de valoración positiva, y un respeto a nivel mundial.
[16] MEO había hecho mucho daño al capital político de la Concertación, y su tardío y ambiguo apoyo al candidato Frei no logró revertir un resultado ya absolutamente previsible por el propio candidato del 20%.
[17] Tanto el diputado Aguiló como el senador Gazmuri han propiciado la enmienda constitucional de no reelección. Sin embargo, se han ceñido rigurosamente a la ley vigente, en función de una gestión de reconocida calidad legislativa que los reeligió en varios periodos alcanzando, a lo menos, los 20 años de ejercicio.
[18] La “rebelión” del integrista diputado Kast no fue acallada ni desplazado de la estructura de su partido; por el contrario, se le escuchó, se le dejo competir institucionalmente y se impidió así una eventual deserción. Rostros jóvenes candidatos a diputados, le permitieron a esa colectividad -apodado como el único partido stalinista de derecha hace algunos años- alcanzar 40 escaños en la Cámara baja. Longueira ha dado paso a nuevos liderazgos partidarios sin relajamiento de la disciplina partidaria, llevando a la UDI como el partido de mayor poder en una democracia en los últimos 70 años.
[19] La derecha aprendió la lección de sus derrotas en las dos últimas elecciones presidenciales pasadas y cercó al gobierno a través de la Contraloría General y de la prensa en lo referente a la incompatibilidad de las autoridades y funcionarios de gobierno y municipales de participar en la campaña del candidato de la Concertación. Los casos de renuncia de los Intendente en la Región de O´Higgins, de la región de Los lagos y de los Ríos; y hasta el uso de autos fiscales en campaña de ministros y subsecretarios fueron sancionados públicamente, por señalar sólo algunos.
[20]Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
[21] La DC es el peso específico de la nueva Alianza o Concertación, sólo con ella podremos ser alternativa real de poder. Si nosotros priorizamos referentes menores,  la DC se aproximará hacia la centro derecha y ese escenario ya lo conocemos.
[22] Avanzar desde pactos electores con el PC, hacia alianzas político estratégicas. Ello se ha hecho antes en Italia en que se logró ello con el demócrata cristiano Aldo Moro. Creo que en Chile se están dando las condiciones para lograrlo. Una vez más la Unidad en la Diversidad es posible, lo hemos hecho entre el PS y la DC. Podemos lograrlo entre la DC y el PC.