Maule y Miedos
*Jorge Navarrete Bustamante
El inédito terremoto que destruyó parte de nuestras ciudades aún no se termina de aquilatar.
La naturaleza es así. A veces nos sorprende con su fuerza incontenible, como si quisiera decirnos algo.
¿Tiene que ver alguna fuerza suprahistórica en ello, o en las cosas llamemos buenas que nos entrega permanentemente el Universo? Pienso que no. Tampoco incide en la salvación de unos u otros. Simplemente, es un hecho natural.
Resurge en estas situaciones, como nunca antes, el Miedo.
En circunstancias como las vividas, suele renacer el “miedo hecho creencia”… o la “creencia hecha del miedo”.
En efecto, el miedo tiene “ojos grandes”, dice la jerga popular. Este llega a paralizar a algunas personas; otras se encomiendan a un supuesto Creador buscando la salvación en una suerte de “discriminación positiva”; otras se decepcionan de ese Dios por no impedir el dolor y hasta el derrumbe de sus propios lugares de oración. Y, los menos, objetivizan los hechos abrigados en el conocimiento de la naturaleza, en el saber científico, en la probabilidad, y en el devenir como fruto de sus propios actos.
En estos días he visto el miedo individual y colectivo. El miedo a lo peor. El miedo a la incertidumbre. El miedo a lo desconocido. El miedo a morir.
He visto en ellos el miedo hasta como una predisposición a lo que puede llegar, casi como una premonición que atenaza el corazón, que estrecha las miras y las entrañas, que busca explicar lo que todavía no ha ocurrido y que encuentra como mejor vehículo, sino a la religión, a la rebelión contra ésta por no impedir el sufrimiento vivido o por vivir; porque lo que depara el futuro es nebuloso, sin forma, o si no, demasiado evidente y tremendo como para aceptarlo, pues es la aniquilación que llega de la mano del morir.
¿Por qué temer a la muerte?
¿No es acaso la Vida parte de la Muerte, y la Muerte parte de la Vida? ¿No son ambas un continuom?
¿No cree que la Vida, aún con sus disímiles rostros, bien vale Vivirla?
Cierto, el terremoto y el tsunami que afectaron a Talca, y a otras ciudades de nuestra región, no son castigo de Dios ni nada que se le parezca; tampoco una prueba de su eventual existencia o inexistencia, ni de su poder para salvarnos a nosotros y condenar al resto.
No. Lo ocurrido es una manifestación propia de la naturaleza que tiene explicaciones geológicas y físicas, que nada tienen que ver con la religión, con fuerzas misteriosas, el ocultismo, el fetichistas, o sectas.
Sí, debemos tener Esperanza pero no en esa sustentada en un sentimiento de redención religiosa, sino en la Esperanza Activa de que nuestra propia praxis y potencia creadora nos permitirán probablemente superar estos difíciles momentos.
Debemos aprender a vencer nuestros miedos. He ahí el gran desafío del Maule.
Ese es el punto de partida para una efectiva resiliencia, una genuina fraternidad, y para un contenido verdadero y más trascendente de nuestras vidas.
*MBA. Universidad de Talca.
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