martes, 19 de julio de 2011

Wittgenstein: Chile autista

Wittgenstein: Chile autista

*Jorge Navarrete Bustamante

En la sociedad chilena se está consolidando, viviendo y expresando un nuevo tipo de relaciones sociales, sustentado en una diversidad sin precedente, un pluralismo en expansión, una anhelante horizontalidad, en una elocuente aspiración de autonomía y, a la vez, en un externo y extemporáneo freno a la autogestión individual y colectiva.

Dicho en pocas palabras: ¡Chile quiere Igualdad verdadera!

Igual libertad para chilenas y chilenos; Igualdad de oportunidades para todos; Igualdad de derechos para todo ser humano nacido en Chile.

Por cierto, ello trasunta, a lo menos, una mejor democracia que la actual. Un Estado laico de verdad. Una educación pública de calidad en todos sus niveles. Una equilibrada distribución del Ingreso. Una armoniosa relación entre medio ambiente y crecimiento.

Por ello y más, marchan hoy los jóvenes y adultos de Chile.

¿Por qué no avanzamos con efectividad y diligencia hacia una superación sistémica de tales desafíos?

Una de las razones pudiera ser un cierto autismo entre todos los componentes de la sociedad chilena.

No hay que leer a Wittgenstein para entender que la realidad de lo que acaece en Chile es una falta de proposiciones con significado compartido, una comunicación efectiva.

Cierto. No se requiere haber leído el “Tractatus” de Wittgenstein para darse cuenta de que las palabras significan al interior de ciertas prácticas sociales y que, cuando varían éstas, hacen variar también su significado. Y esto es posible porque existe inexorablemente un isomorfismo entre lenguaje y realidad, sustentado en una misma figura lógica, o estructura, común.

En definitiva, insinúa Wittgenstein, es el contexto lo que da sentido a las palabras. Así, la mayoría de los errores filosóficos o políticos provienen de confundir los contextos, o de juzgar un contexto por las reglas de otro.

¿Le hace sentido lo señalado?

Veamos. Durante siglos la expresión “ser humano” incluyó sólo a hombres blancos y europeos, incluso el teólogo Ginés de Sepúlveda aseveró que esos entes morenos, semidesnudos, que hablaban una lengua ininteligible y que habitaban las Indias no eran “verdaderos” seres humanos. Así, si el mundo hubiese creído a Ginés de Sepúlveda, los descendientes de esos seres a quienes el teólogo no consideraba verdaderos seres humanos, no serían hoy día ciudadanos.

Siguiendo el hilo anterior, erróneamente hoy no se modificaría el sistema binominal porque nuestros ciudadanos continuarían inmaduros derivando hacia situaciones parecidas a las de 1973; no habría matrimonio civil para personas de un mismo sexo por normas jurídicas establecidas para una sociedad de hace 170 años atrás, y por ancestrales sacramentos religiosos (asumibles por quienes la profesan, y respetables por todos) pero, que hoy violan el igual respeto que, en una sociedad democrática, merecen todas las formas de vida, sexuales, religiosas, alimenticias o deportivas, a condición de que sean libremente consentidas; hoy no habría un cambio sustantivo hacia la educación pública y laica pues aún se confundiría si se trata de un bien público o de un bien de consumo...

Pareciera que hay diálogo de sordos… A pesar de Wittgenstein.

MBA. Universidad de Talca.

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