*Jorge
Navarrete Bustamante
El domingo
próximo Chile tendrá que definir si elige ese día, o el 15 de diciembre,
presidenta; es decir, si en primera o segunda vuelta.
Si es en
primera vuelta, Michelle Bachelet puede alcanzar hasta un 53%, lo que significa
que obtendría más votos que los nueve candidatos presidenciales juntos, es
decir, sería un triunfo avasallador; y, si gana en segunda vuelta, el triunfo podría
variar entre un 60 y 70%, es decir, se legitimaría más su victoria para llevar a
efecto las transformaciones que Chile le exige.
Esto último
dejaría a la actual derecha en crisis fatal, debiendo apertrecharse -el sector
de la ultraderecha- en los poderes fácticos y, eventualmente, si logra un mejor
resultado parlamentario, operaría desde el Congreso Nacional para neutralizar
lo que la mayoría de Chile demanda.
Tal derrota,
si fuere en segunda vuelta, afianzaría aún más el proyecto del presidente
Piñera (y de un sector creciente de RN) tendiente a modernizar la actual
derecha con un sello genuinamente republicano y más progresista.
Por esto es
posible que la ultraderecha aspire reservadamente a que todo se resuelva en
primera vuelta evitando desechar parte de su conservadurismo político,
económico y valórico hasta donde les sea posible.
Todo parece
indicar que habrá cambio de signo político en La Moneda. Y empezará así un
complejo proceso transformador en base a reformas enmarcadas en la
institucionalidad siempre a respetar.
En
definitiva, será un avanzar quizás lento pero sin pausa.
Es que
Michelle Bachelet responsablemente ha insistido que se trata de
transformaciones educativas, institucionales y tributarias (entre otras) que se
implementarán gradualmente a cuatro, seis u ocho años, según sea la complejidad
de cada una de ellas y la correlación de fuerza logradas en el Congreso
Nacional.
Por esto
último, el doblaje en diputaciones y senadurías es vital. Así, la profundidad y
velocidad de las reformas comprometidas y apoyadas por la ciudadanía tanto en
las primarias como en los comicios del domingo 17 próximo, dependerá de la
mayoría parlamentaria que logren los candidatos aliados al programa de Michelle
Bachelet.
Logrado ello,
aunque algunos aún no lo comprendan, se garantizará el éxito de la ya
Presidenta Bachelet más en el mediano que en el corto plazo.
Así se avanza
y construye país cuando no se está en dictadura
o en una rebelión voluntarista: con participación, con acuerdos de
mayoría; sin populismo ni demagogia; sin oferta de soluciones fáciles ni embustes
a lograr cambios de un día para otro.
En suma, el
gobierno del presidente Piñera entra en cuenta regresiva. Pudo haber llegado
más lejos con acciones más de fondo pero en su coalición hubo presiones
nostálgicas para impedir aquello, facilitando una derrota que no tendrá
precedente en los últimos 50 años.
La
presidenta Bachelet gobernará para todos los chilenos, y necesitará el apoyo de
todos y todas sin excepción, incluyendo el de esa nueva derecha republicana y
moderna que Chile aún espera.
MBA.
Universidad de Talca.
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