*Jorge Navarrete Bustamante
Fue profusamente difundido por la prensa escrita y televisión el hecho que militantes del Partido Socialista apoyan al candidato adversario de su propia colectividad, lo que a una semana de ocurrido ello no ha sido desmentido.
Esa conducta, es de interés público. ¡Tratemos de entender!
Kant recomendaba distinguir entre “razones prudenciales” y “razones morales”. Las razones prudenciales son las que miran al propio interés. A veces se cumple la ley por razones de esa índole: porque sospecha que si no lo hace sufrirá una sanción. O apoya a alguien porque cree que, de esa manera, su propio interés se verá satisfecho. Este tipo de razones son a fin de cuentas puramente instrumentales y egoístas. En base a ellas se usan las reglas o instituciones como recursos estratégicos en beneficio propio.
Pareciera que esta vez se fue más lejos que de las razones puramente prudenciales, sin atender, siquiera por un momento, a su intrínseco valor moral. Las reglas no fueron acá consideradas si quiera reglas -es decir, mecanismos para controlar la conducta- , sino que literalmente las transgredieron argumentando lo inexplicable, a fin de derrotar o al menos dañar ya NO al adversario, sino que a su propio camarada de ideales:
¡Realmente Insólito!
¡La ética y la política, no son banalidad! ¡De lo contrario, hay venalidad! ¡Esto desconcierta y a la vez repugna a la ciudadanía, y a los buenos políticos!
Es verdad, cada ciudadano en general puede apoyar a quién prefiera... Empero, un militante leal con la colectividad a la que pertenece en particular, es coherente y consistente con quién se adjudicó democráticamente e institucionalmente encabezar un ideario para la comunidad en que está inserto… Puede incluso abstenerse de apoyarlo pero jamás luchar contra su propio camarada de ideales, salvo que renuncie a dicho conglomerado humano. Menos aún se pudiera mentir involucrando en su conducta a dirigentes sociales de instituciones tan dignas como de la CUT o la FENATS.
¡Se daño así a los dos postulantes de la Concertación! A uno por abandonarlo, al otro por los desmentidos públicos de dirigentes sociales involucrados sin su consentimiento.
Ahora, ¡No se sorprenda si uno de los hechores, victimizándose, se postulara a diputado este otro año!
¡Qué vergonzante ejemplo se ha dado a nuestros jóvenes!
¿Hasta cuándo soportar conductas que carcomen la democracia, a la política, y a los partidos como vectores fundamentales del estado moderno chileno?
Sin embargo, la Institucionalidad dignificó a su colectividad y a la democracia, requiriendo la desvinculación de ese grupúsculo que dio la espalda a una militancia y línea de la que prometieron jamás desertar.
*Magister en Gerencia y Políticas públicas. Universidad Adolfo Ibañez.
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