Elocuentemente, el desarrollo
económico y social que ha logrado Chile en los últimos 30 años es un hecho de la mayor importancia en nuestra historia.
En efecto, Chile logró reducir la pobreza en más de un tercio, y
triplicar el ingreso per cápita; tanto así que hoy cerca del 80% de la
población tiene ingresos iguales o superiores a las familias del 10% de mayores
ingresos en 1990.
Asimismo, en los últimos tres lustros la tasa de crecimiento
económico alcanzó a 4,1%, con un impulso importante en los último años
alcanzado un 5,5% anual aproximadamente.
En materia de competitividad, Chile lidera los rankings en América
Latina y ha revertido la productividad negativa que se había convertido en un
lastre para el crecimiento.
Empero en los
promedios, y eso todos lo sabemos, muchas veces se esconden realidades muy
distintas a lo largo y ancho de Chile.
Cierto, el ingreso per cápita nacional se empina a los 19 mil
dólares, pero la diferencia entre la región más rica y la más pobre es cercana
al 200%.
El Índice de Competitividad Regional (UDD), cualquiera sean las
disquisiciones o discrepancias metodológicas revela en su último informe que la
diferencia entre la región más y la menos competitiva es cercana un 40%.
Simultáneamente, en la última Encuesta de Innovación la tasa de
las empresas chilenas fue de 19,2% en los años 2009 y 2010; sin embargo la
diferencia entre la región con la mayor (29,8%) y menor (11,6%) tasa fue de
casi veinte puntos.
Del mismo modo, según el informe de productividad de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI),
mientras el 2011 la Productividad Total de los Factores (PTF) del sector minero
experimentó una caída de 19,4%, la agricultura, caza y pesca, sector con mayor
presencia en el sur aumentó en un 12,5%.
Evidentemente, estas cifras nos muestran que el desarrollo
sólo será posible –lo hemos dicho antes- con políticas públicas sub nacionales
o focalizadas en cada una de las regiones del Chile.
Y ello en una región de mayor ruralidad, como la nuestra, es
sencillamente fundamental. Por tanto, contar con una Estrategia de Desarrollo Competitivo
en el Maule, es una necesidad imperiosa. Impulsar, por ejemplo, iniciativas
regionales (que complemente los habituales programas nacionales) en ciencia y capital humano, apoyando la
investigación científica y la generación de capital humano avanzado; programas
de apoyo a las universidades e instituciones para la competitividad,
además de buscar acercar a los jóvenes en etapa escolar al mundo de la ciencia,
es neurálgico hoy en día para aproximarnos al desarrollo verdadero.
Construir un entorno para que las nuevas generaciones de niños y
jóvenes maulinos, en cada una de las comunas del Maule, piensen e imaginen una
región distinta, y sean protagonistas en construir un Maule y un Chile más
justo, sin pobreza y que avance con todas sus comunas hacia el desarrollo, es
el desafío fundamental que hoy tenemos.
MBA. Universidad de Talca
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