sábado, 25 de mayo de 2013

Políticas de Estado y Cuenta Pública


Jorge Navarrete Bustamante.

Su última cuenta rindió el Presidente Piñera.  Fue extensa. Algo comprensible pues tuvo una connotación más de despedida resaltando realizaciones más de proceso que de su inicial quehacer. Algo tan distintivo de Chile, como son la implementación de  Políticas de Estado más allá de quién circunstacialmente gobierne.

Positivo lo de obligatoriedad del kínder y subvención a niños a partir de los tres años; y de los bonos para promover la natalidad, entre otras varias adecuadas iniciativas puntuales.

Evidentemente, más allá de la “opacidad” de las cifras de reconstrucción y seguridad, el elocuente crecimiento económico y el bajo desempleo; la apertura de nuevos mercados internacionales y el buen desempeño del ministerio de relaciones exteriores; la ampliación en el AUGE, de infraestructura hospitalaria, deportiva, vial y de riego, previos estudios de napas; de matriz energética; de elección de los Consejeros Regionales y creación del ministerio de Agricultura y Alimentación; de programas de innovación como de emprendimiento, son parte de políticas de estado de mediano y largo plazo en el país. Y así lo reconoció el propio presidente al momento de señalar que él amplió esas respectivas coberturas.

Ello es propio de la historia de nuestra República, y el presidente en general estuvo -esta vez-, a la altura de ello, aunque el spot de propaganda en medio de una cuenta presidencial, y la alusión recurrente e indirecta al gobierno de la presidente Bachelet fueron los punto más bajo de esa inspiración republicana.  

Sin embargo, las grandes reformas que con urgencia requiere el país no fueron aludidas estructuralmente a pesar que trato de avanzar en su gobierno en ello pero que en su propio sector fue rechazado debido la minúscula política de darle “una vuelta más” para ver si resistía el engranaje institucional del país con el actual sistema binominal que basalmente impide las transformaciones que la ciudadanía ha expresado en las más diversas formas; o de una reforma tributaria de jerarquía como base que revierta la peor distribución del ingreso a nivel mundial; o  de la gratuidad de la educación como pilar de la integración social y de la productividad nacional; en fin, de reformas laborales que reviertan la precariedad del trabajo.

Hace poco más de un año, en estas mismas páginas señalé que si no se abordaba con decisión tales enmiendas constitucionales el actual gobierno no sería más que una mera pausa. Sus aliados no lo han acompañado, han presionado incluso al presidente con abandonarle: “O gobierna con la oposición, o con nosotros”, le aseveraron públicamente hace más de un año.

Allí se produjo la inflexión que amenaza la continuidad de la actual alianza en la Casa de Toesca. Eso el presidente lo supo. No pudo hacer más. La ciudadanía al parecer también sabe, y lo hará saber inexorablemente en noviembre próximo.


*Magister en Gerencia y Políticas Públicas. Universidad Adolfo Ibáñez.

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