viernes, 21 de junio de 2013

Competitividad y Políticas Públicas


*Jorge Navarrete Bustamante

La ignorancia supina a veces lleva a algunos a aseverar que nada tiene que ver la competitividad con las políticas públicas.

En efecto, contrario a la creencia usual que atribuye los éxitos industriales de las  economías occidentales a las políticas de “laissez faire” y “libre mercado”, la  evidencia histórica sugiere que el uso de  políticas industriales, comerciales y  tecnológicas fue el ingrediente principal en  su exitosa transformación estructural.
Ello entraña que la competitividad empresarial sería el resultado o producto de un patrón de interacción compleja y dinámica entre el Estado, las empresas, las instituciones intermediarias y la capacidad organizativa de una sociedad.

Asimismo –y ya en términos más integrales- la tesis central de la competitividad sistémica, definida a partir de los trabajos de autore D. Messner o J. Meyer-Stamer, plantea como piedra angular la idea de que el nivel de competitividad genérica de una economía o territorio determinado, es el resultado del esfuerzo organizativo e institucional de la sociedad y de los agentes económicos, sociales e institucionales que interactúan en dicho territorio.

El modelo sistémico de la competitividad, viene entonces a reconocer de facto que en el logro de un nivel de desarrollo industrial-económico realista, son imprescindibles medidas específicas, por parte del gobierno y de organizaciones privadas de desarrollo, orientadas a fortalecer la competitividad de las empresas (nivel meso), en un contexto de organización y de consenso.

Asimismo, la capacidad de integrar las políticas meso y macro depende de la existencia de toda una serie de estructuras políticas y económicas y de un conjunto de factores socioculturales y patrones básicos de organización (nivel meta). Por tanto, la competitividad a nivel territorial es el producto de un entorno donde se crean y mantienen las condiciones para que el esfuerzo competitivo se produzca, entorno que no puede improvisarse sino construirse.

De manera que una empresa singular, no es competitiva por sí misma, especialmente si no cuenta con un entorno favorable de proveedores, servicios orientados a la producción, o una presión competitiva de competidores locales. La competitividad en el nivel micro está basada en la interacción. El aprendizaje por interacción (learning-by-interacting) es clave en el proceso de innovación, especialmente cuando se constituyen ventajas competitivas dinámicas.

Asimismo, el Estado y las políticas públicas por éste operadas, desempeñan un papel decisivo en la definición del proceso de desarrollo, su consolidación o la reestructuración productiva de una economía, especialmente bajo las nuevas modalidades de gestión gubernamental.

Por lo tanto, políticas públicas y gestión de la competitividad son sencillamente consubstanciales, guste o no a quienes pecan de acendrada ignorancia estancando a las regiones y a empresas privadas como públicas.


MBA. Universidad de Talca.

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