*Jorge Navarrete Bustamante
La ignorancia supina a veces lleva a algunos a aseverar que nada tiene
que ver la competitividad con las políticas públicas.
En efecto, contrario a la creencia usual que atribuye los éxitos industriales
de las economías occidentales a las
políticas de “laissez faire” y “libre mercado”, la evidencia histórica sugiere que el uso
de políticas industriales, comerciales
y tecnológicas fue el ingrediente
principal en su exitosa transformación estructural.
Ello entraña que la competitividad empresarial sería el
resultado o producto de un patrón de interacción compleja y dinámica entre el
Estado, las empresas, las instituciones intermediarias y la capacidad
organizativa de una sociedad.
Asimismo –y ya en
términos más integrales- la
tesis central de la competitividad sistémica, definida a partir de los trabajos
de autore D. Messner o J. Meyer-Stamer, plantea como piedra angular la idea de
que el nivel de competitividad genérica de una economía o territorio
determinado, es el resultado del esfuerzo organizativo e institucional de la
sociedad y de los agentes económicos, sociales e institucionales que interactúan
en dicho territorio.
El modelo sistémico de la competitividad, viene entonces a
reconocer de facto que en el logro de un nivel de desarrollo
industrial-económico realista, son imprescindibles medidas
específicas, por parte del gobierno y de organizaciones privadas de desarrollo,
orientadas a fortalecer la competitividad de las empresas (nivel meso), en un
contexto de organización y de consenso.
Asimismo,
la capacidad de integrar las políticas meso y macro depende de la existencia de
toda una serie de estructuras políticas y económicas y de un conjunto de
factores socioculturales y patrones básicos de organización (nivel meta). Por
tanto, la competitividad a nivel territorial es el producto de un entorno donde
se crean y mantienen las condiciones para que el esfuerzo competitivo se
produzca, entorno que no puede improvisarse sino construirse.
De manera que una empresa singular, no es competitiva por sí
misma, especialmente si no cuenta con un entorno favorable de proveedores,
servicios orientados a la producción, o una presión competitiva de competidores
locales. La competitividad en el nivel micro está basada en la interacción. El
aprendizaje por interacción (learning-by-interacting) es clave en el proceso de
innovación, especialmente cuando se constituyen ventajas competitivas dinámicas.
Asimismo, el Estado y las políticas públicas por éste
operadas, desempeñan un papel decisivo en la definición del proceso de
desarrollo, su consolidación o la reestructuración productiva de una economía,
especialmente bajo las nuevas modalidades de gestión gubernamental.
Por lo tanto, políticas públicas y gestión de la
competitividad son sencillamente consubstanciales, guste o no a quienes pecan
de acendrada ignorancia estancando a las regiones y a empresas privadas como
públicas.
MBA. Universidad de Talca.
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