miércoles, 23 de junio de 2010

Saramago

Saramago

*Jorge Navarrete Bustamante

Había hablado con su esposa y pasado una noche tranquila. Esa mañana, se sintió mal y falleció.

Disculpe, amigo lector y amiga lectora, que no escriba ésta vez de fomento productivo, o de la contingencia, y me refiera más a la trascendencia de éste noble escritor portugués, para el espíritu libre de millones de seres humanos en las más lejanas latitudes de la tierra, aunque trasunta también lo holístico de toda competitividad.

Saramago, nació en el seno de la pobreza campesina lusitana. Fue autodidacto.

En medio de carencias juveniles, mientras trabajaba para mantener a sus padres en una herrería mecánica, se leyó todo lo que había en la biblioteca pública de su barrio.

Luego de publicar su primera obra, “Terra del Pecado” (1947), no escribió durante 20 años explicando que: “Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar”.

Ha partido en su último viaje, un grande. Un hombre sensible, valiente y bueno.

Saramago tenía una finísima sensibilidad con los más carenciados, con su pueblo de Alentejo y con todos los pueblos del mundo; con el del siglo XX, y con el de todos los siglos, tal como se aprecia en sus obras “Levantado do Chao” y “Memorial do Convento”, en las cuales él logra encontrar su voz propia, ese estilo inédito, límpido y casi poético que lo distingue.

Saramago no era creyente. Era ateo, solía decir que "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio". Ello le costó –por presiones de poder fáctico por todos conocido- que el gobierno de su país vetara su postulación al Premio Literario Europeo, razón por la que se radicó en España.

Empero, fue la Academia Sueca la que reconoció, a los pocos años, su real valía de escritor y de humanista, al otorgarle el Premio Nobel de Literatura en 1998, situando su nombre, su obra y a su patria, en la cúspide de la respetabilidad mundial.

Saramago, fue la conciencia de la literatura, un humanista irreverente, un tejedor de esperanzas, un compositor de sinfonías espirituales, un enamorado de la vida y del amor.

A su esposa, le escribió al recibir el nobel, a puño y letra, las siguientes palabras: "quiero estar dónde esté mi sombra si es ahí donde estarán tus ojos".

Indudablemente, que el amor y la fraternidad que Saramago prodigó en casi todas sus obras a millones de personas, constituyen un bien espiritual que debemos atesorar con humildad y generosidad, tal como él lo hubiera querido.

En fin, Saramago, soñó con una tierra libre de persecución y miseria, con un mundo en el que los fuertes fueran un poco más justos, y una vida que mereciese ser vivida por todos y para todos.

¡El firmamento ha perdido una estrella!

Nos quedan sus destellos que iluminan aún los rincones más alejados de nuestro convulsionado planeta como luciérnagas que decoran la existencia de tantos seres humanos en libertad, que es el mayor decoro de todas las mujeres y hombres de la Tierra.

¡Hasta siempre, José Saramago!

*MBA. Universidad de Talca

2 comentarios:

  1. Como asiduo lector de vuestras publicaciones, la experiencia de tus columnas siempre es efectiva, deja una huella real.
    Tengo la profunda convicción, que tus comentarios, no es una actividad cuyo objetivo fundamental sea el comunicar, sino ejercitar y desarrollar la capacidad del lector a pensar.
    Siempre que las leo, se encuentra esencia y estímulo a poder pensar y escribir.

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  2. Muchas gracias, por leer ésta columna de opinión, y por tus atentas palabras.

    Trataré de no perder el enfoque ni el contenido.

    Cordialmente,

    Jorge

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