martes, 22 de noviembre de 2011

No sé

No sé

*Jorge Navarrete Bustamante

No tengo ganas de escribir del ex DINA alcalde Labbé que homenajea a su ex “colega de trabajo” condenado ese mismo día a 144 años de prisión por asesinatos y torturas en contra de compatriotas, algo así como si en la Alemania actual se honrara a los criminales nazis Himmbler o Adolf Eichmann. Tampoco deseo referirme una vez más a la ya postergada Reforma Educacional, específicamente al ítem en el presupuesto nacional que es substancialmente el mismo al inicialmente presentado al Congreso, provocando con ello a la ciudadanía chilena. Menos aún quiero comentar la declaración de Ezzati en que dice “respetar el fallo judicial”, que culpabiliza a Karadima por abusos sexuales o pedofilia -era que No-, y en que él además agrega que no es carabinero para saber si este viola la pena de retiro espiritual y de oración impuestas por su propia Iglesia.

Lo sé. Esos tres hechos son del más alto interés público y, por lo mismo, son neurálgicos en el desarrollo de una verdadera sociedad sana. Esos hechos hieren el espíritu de Chile, erosiona las confianzas, fractura la unidad y obstaculiza la comunidad de objetivos axiológicos.

Pero no sé.

Pareciera que se está frente a un frontón donde la autoridad, cualquiera sea el ámbito o nivel, simplemente no escucha o todo lo relativiza hasta lo insólito, con el sólo afán de imponer al país ya sea su lealtad mal comprendida; defender sus intereses de círculo; o “salvar” penosamente la situación.

No sé, parece que un cierto sadismo, tímidamente observado por sus “camaradas de armas” y ex aliados políticos, es vencido peligrosamente por la nostalgia de un pasado que la mayoría de los chilenos y chilenas no quiere volver a vivir ni a sufrir. Pero parece que también se ha perdido la capacidad de empatía en la escucha, predominando la sobre ideologización conservadora y la indolencia social frente a una educación pública que continúa esperando. Y al parecer el dogmatismo religioso más contumaz ha pretendido justificar lo injustificable perdiendo con ello su credibilidad y su anhelado afán redentorista de gravitar en las decisiones más intimas de las familias de nuestra patria.

¡El alma de Chile requiere entendimiento!

Y en ello justipreciar sus más elevados valores republicanos y humanistas son sencillamente fundamentales: el irrestricto respeto a la Justicia, a la Igual libertad para todo chileno y chilena, y a no Tolerar lo intolerable.

¡Ello constituye la Paz de Chile!

No sé, quizás debiera hoy haber escrito sobre competitividad económica. Pero, ¿Puede haberla si Chile tiene el alma herida?

MBA. Universidad de Talca.

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